Helena Almeida es una de las artistas portuguesas con mayor proyección internacional. La obra Tela Rosa para vestir (1969) que da título a esta exposición es , además de punto de partida del proceso creativo de Almeida y propuesta paradigmática de su trayectoria, la primera que produce en soporte fotográfico.
La fotografía constituye para Almeida el medio con el que cuestionar y deconstruir los límites de las disciplinas artísticas tradicionales, dando lugar a un lenguaje tan coherente y genuino como inclasificable. Creadora de pinturas cuando como superpone brochazos monocromos sobre sus fotografías, de dibujos cuando la esencia de la línea se materializa en un hilo de crin, de esculturas y performances cuando su cuerpo se convierte en puro volumen o acción, Almeida es autora de una dinámica transdisciplinar que, en una suerte de giro copernicano, busca alcanzar el concepto a través de la emoción. Tal vez la pluralidad sensorial que persiguen sus obras encuentre su leitmotiv más característicos en la búsqueda de la tridimensional desde un soporte que se sabe plano: “la pintura, dice, sucede en tanto que lo tocamos”.
Presente ella misma en todas sus imágenes, Helena Almeida consigue rehuir, sin embargo, la idea de autorretrato y autorrepresentación. El cuerpo es un su obra una mancha de color, una representación pictórica en sí misma que llega a poner en entredicho la manida distinción entre lo abstracto y lo figurativo. En palabras de María de Corral, la presentación del cuerpo es en la obra de Almeida la ausencia de la persona.
Seguramente sea este juego constante con la ambigüedad uno de los mayores logros del trabajo de Helena Almeida. También su manera de conseguir composiciones de enorme carga poética e impacto visual mediante una metodología simple y depurada y unos recursos escasos. A través de obras históricas nunca antes expuestas, y de series recientes que se muestran por primera vez y que culminan con la entrada del “otro” en la imagen. Tela rosa para vestir quiere ser un recorrido por el lenguaje de la artista. Una exposición que indague en la investigación formal y conceptual que ha guiado su carrera a lo largo de cuarenta años.
La fotografía constituye para Almeida el medio con el que cuestionar y deconstruir los límites de las disciplinas artísticas tradicionales, dando lugar a un lenguaje tan coherente y genuino como inclasificable. Creadora de pinturas cuando como superpone brochazos monocromos sobre sus fotografías, de dibujos cuando la esencia de la línea se materializa en un hilo de crin, de esculturas y performances cuando su cuerpo se convierte en puro volumen o acción, Almeida es autora de una dinámica transdisciplinar que, en una suerte de giro copernicano, busca alcanzar el concepto a través de la emoción. Tal vez la pluralidad sensorial que persiguen sus obras encuentre su leitmotiv más característicos en la búsqueda de la tridimensional desde un soporte que se sabe plano: “la pintura, dice, sucede en tanto que lo tocamos”.
Presente ella misma en todas sus imágenes, Helena Almeida consigue rehuir, sin embargo, la idea de autorretrato y autorrepresentación. El cuerpo es un su obra una mancha de color, una representación pictórica en sí misma que llega a poner en entredicho la manida distinción entre lo abstracto y lo figurativo. En palabras de María de Corral, la presentación del cuerpo es en la obra de Almeida la ausencia de la persona.
Seguramente sea este juego constante con la ambigüedad uno de los mayores logros del trabajo de Helena Almeida. También su manera de conseguir composiciones de enorme carga poética e impacto visual mediante una metodología simple y depurada y unos recursos escasos. A través de obras históricas nunca antes expuestas, y de series recientes que se muestran por primera vez y que culminan con la entrada del “otro” en la imagen. Tela rosa para vestir quiere ser un recorrido por el lenguaje de la artista. Una exposición que indague en la investigación formal y conceptual que ha guiado su carrera a lo largo de cuarenta años.
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