sábado, 25 de abril de 2009

La Sombra: Museo Thyssen-Bornemisza

Una antigua fábula de Plinio el Viejo sitúa el origen de la pintura en Corinto, donde una joven muchacha, hija del alfarero Butades de Sición, habría trazado el contorno de su amante sobre una pared, a la luz de una vela.
“La Sombra” como tema artístico ha estado indivisiblemente unida a la historia del arte occidental. Su intencionalidad ha sido fundamentalmente naturalista, al subrayar la verosimilitud de lo representado. Pero cada época la ha datado de connotaciones diferentes. La presente exposición se propone llamar la atención del visitante sobre el amplio espectro de implicaciones, problemas y soluciones suscitado por la representación de la sombra en el arte desde el Renacimiento hasta nuestros días. Algunos de los objetos de esta exposición son poner de relieve la existencia de caminos transversales y mostrar los hilos, a veces ocultos, que unen, pese a la distancia cronológica, las épocas y los artistas.
La invención de la pintura
La primera sala, concebida a modo de introducción, está dedicada a ilustrar el mito de Butades antes referido a través de la obra de artistas como Joseph Wright of Derby, David Allan y Joseph Benoît Suvée. Tambie´n se incluyen pinturas de Mtías de Arteaga y Karl Friedrich Schinkel que se basa en Quintiliano al derivar el origen de la pintura a la circunscripción de las sombras solares sobre una pared. La sala se cierra con una obra de los pintores contemporáneos Vitaly Komar y Alexander Melamid, que retoma el mito de Butades para ironizar sobre los fundamentos clasicistas del Realismo Socialista.

Renacimiento

Aunque las primeras sombras en el arte datan del siglo IV a. C, vinculadas todavía a escenografías teatrales y al sombreado de objetos en relieve, la sombra proyectada hace su verdadera apareció en el Renacimiento. Durante el siglo XV se produce un acercamiento empírico a la sombra, mientras que un siglo después ésta se vincula estrechamente con la perspectiva.
La sombra como resultado de la interposición de un cuerpo sólido y opaco entre una fuente de luz y una superficie de proyección, fue objeto de experimentación temprana por parte de artistas como Gentile de Fabriano , Giovanni di Paolo, Pier Maria Pennacchi, Lorenzo Lotto o el Maestro de la Leyenda de la Magdalena. Se observa también la connotación simbólica positiva que la sombra adquiere al vincularse al tema de la Anunciación. Así , en las obras de Jan van Eyck, Lorenzo di Credi y Ludovico Carracci, el reflejo opaco del Ángel o de la Virgen alude a la “ sombra del Todopoderoso”, bajo cuyo poder se produce el milagro de la Encarnación.

Barroco

A partir del Renacimiento, al tiempo que se asiste a una profundización en el conocimiento de la representación de las sombras (que llegará a formar parte de las enseñanzas de las academias), se limita su uso por la propensión a ensuciar o emborronar la composición, en detrimento de la claridad visual. Sin embargo, los “tenebristas” del Barroco supieron como nunca antes explotar sus especulares posibilidades. En las escenas religiosas de Jean Leclerc, Matthias Stom, Gerrit van Hothorst, Hendrck ter Brugghen, Georges de La Tour, Mattia Petri y el llamado Maestro de la Luz de la Vela, la sombra sirve para enfatizar la presencia sagrada y su incardinación en la vida cotidiana. En Rembrandt y Pieter de Hooch, la luz y la sombra construyen espacialmente la composición y sugieren la temporalidad de la escena. Por último, la obra de Jacob I van Oost es un ejemplo singular en el que la sombra aparece proyectada sobre el lienzo representado.

Romanticismo

Con el siglo de las Luces, la sombra alcanza un nuevo protagonismo de la mano de Johann Caspar Lavater y sus Fragmentos fisiognómicos (1775-1778), con los que pretende sentar las bases para el estudio de la personalidad humana a partir de la proyección del perfil del rostro sobre una pantalla. Pero el siglo XVIII fue también el del nacimiento del concepto estético de lo “sublime”, y la sombra comienza a ser valorada por sus cualidades narrativas eminentemente negativas. Poco a poco se asiste a la aparición de una verdadera “estética de lo siniestro”, algunos de cuyos ejemplos más destacados se encuentran en la obra de Goya, Heinrich Wilhelm Tischbein, Joseph Wright of Derby, Adolph von Menzel, Jean-François Millet, William Holman Hunt, Jean-Paul Laurens, Gioacchino Toma y Émile Friant.
Simbolismo y fin de siglo
El simbolismo, al apartarse de la representación naturalista de la realidad, encumbró la visión subjetiva como eje de la representación plástica. Lo misterioso y lo sombrío despertaron la creatividad de escritores y artista. En las escenas de interior de Monet, en las que varios personajes de una misma familia se concentran bajo la luz de una lámpara, resuenan todavía ecos del tardo-Romanticismo francés, aunque con su mayor énfasis sobre el estudio de la luz y la sombra como fenómeno plástico. Su ejemplo fue seguido por los artistas nabis Édouar Vuillard y Félix Vallotton, en cuyos interiores la atmósfera se adensa y las formas tienden a aplanarse. Desde una óptica más literaria, la sombra centrará también buena parte de la producción de artistas como León Spilliaert, Xavier Mellery o el joven Frantisek Kupka.

Impresionismo

La exposición se cierra en las salas del Museo Thyssen-Bornemisza con una sección dedicada al impresionismo. En ella se observa un giro importante en el tratamiento de la sombra, que por primera vez abandona su carga narrativa para convertirse en sujeto de investigación exclusivamente plástica. Las sombras de los árboles ocupan un lugar destacado en la obra temprana de Monet, pero es en Camille Pissarro y Alfred Sisley donde mejor se observa cómo las sombras coloreadas dejan atrás el tradicional empleo del negro y, con él, loa carga peyorativa de la sombra. Otros artistas que completan la sala son Childe Hassam, Joaquín Sorolla, Santiago Ruisiñol y Darío de Regoyos.

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